jueves, 21 de julio de 2011

Malvinas inglesas, Argentine Falklands

‘El que no salta es un inglé…’ versa el cántico popular en toda cancha y manifestación. No puedo afirmar nada por las generaciones pasadas que pudieron haber acuñado este grito de guerra antes de 1982, pero sí estoy seguro de que luego de esa fecha unánimemente el pueblo argentino repite este mantra debido al odio generalizado que se les tiene a los británicos por la ocupación de las Islas Malvinas, (o Sebaldinas, o Falkland).

Esta parece ser la opinión popular, aquella que enaltece la gesta bélica impulsada por un gobierno de facto y derrama lágrimas de dolor por la pérdida, no sólo de la soberanía del territorio, sino también por la pérdida de la justicia y de la verdad. Yo creo que somos expertos en ofendernos y no ver más allá de lo que se nos presenta ante nuestros ojos, y lo digo con mucho dolor y vergüenza. Y es esa ofensa la que lo cristaliza todo y no nos permite superar ningún duelo ni sacar conclusiones posteriores que admitan otras versiones sobre el asunto. Bramamos con furia que nos robaron y cargamos con ese dolor por el resto de nuestras vidas, (como el penal que nos cobró Codesal en el ’90 o los innumerables políticos que alegan que otros no los dejan gobernar, crecer, ser). Entonces no hacemos nada con eso, solo lo soportamos y cargamos con la derrota. No volvemos a construir y no renacemos de las cenizas.

Las islas Malvinas fueron ocupadas por orden de Buenos Aires en 1820 y expropiadas por el Imperio Británico en 1833. Esas mismas islas poseen una historia de soberanías disputadas incluso antes de que se soñara con una nación en el Río de la Plata. Británicos, españoles y hasta holandeses las ocuparon antes del siglo XIX. En 1833, y por diferentes razones, el Imperio Británico reclamó lo que creían les era justo y propio y por medio de la fuerza recuperaron esa porción de territorio en ultramar. Desde entonces el gobierno local insiste en que las islas son argentinas y deben de ser repatriadas. Es curioso como nadie discute en nuestro país si la Nación posee derecho suficiente para realizar este reclamo histórico. Las Malvinas son más argentinas por deseo que por historia y quizá hasta por derecho. Fueron trece años solamente en que la gobernación de Buenos Aires poseyó esa porción de tierra ubicada en el Atlántico Sur. Y sólo esos trece años bastaron para que la Argentina reclamara durante 178 años. ¿Cuántas atrocidades se sucedieron durante más tiempo en el país y nadie reclamó por ellas?

Yo sé que hay mucho de este asunto que no entiendo perfectamente, sin embargo deseo que las islas del archipiélago formen parte de la Argentina, (lo lamento por los isleños que poseen un gobierno fuerte y serio), pero es sólo eso, un deseo, no más. ¿Y sólo un deseo basta acaso para que el país sea soberano de aquella ínfima porción tierra del mundo? No lo sé. Quizá debería preguntarle a los isleños que piensan al respecto. Saber cuáles son sus opiniones y sentimientos al respecto. Eso también forma parte del ejercicio de la democracia. No podemos asumir que nuestro deseo o capricho sea acatado por todos, incluso por los que viven allí. Me interesa saber también porque quiere la mayoría de los argentinos que las Malvinas nos pertenezcan. Saber que hay detrás de todo ese dolor, de esa firmeza a la hora de reconocer algo. Porque nadie, me parece, se pregunta si las Malvinas son Argentinas. Como así nadie se pregunta si la Patagonia es debidamente nuestra o de los tehuelches y mapuches.

Hay algo más que quisiera agregar, y es quizá lo que más me da vueltas en la cabeza cuando pienso en este tema. Y que claramente tiene que ver con el inicio del texto cuando recordaba la típica frase ‘¡El que no salta es un inglé…!’.

Me pregunto, porque todo el odio está depositado en los británicos. Si bien es cierto que nosotros creemos que se adueñaron de una parte de nuestro territorio, adquirido legítimamente, este odio es aún más profundo por la propaganda producto de la invasión a cargo de Galtieri durante el ocaso de la dictadura en Argentina en 1982. ¿Qué tienen que ver los ingleses en esta guerra? El reclamo por medios pacíficos es histórico por parte de nuestro país. ¿Por qué habríamos de entrar en guerra con la OTAN y poner en riesgo a todo el país por un archipiélago en el Atlántico Sur? ¿Por qué valoramos el accionar de la dictadura y enaltecemos una invasión que costó vidas de jóvenes inocentes que se quedaron sin un futuro? (Aquellos que no murieron en el campo de batalla hoy piden limosnas en los subterráneos). Me cuesta muchísimo poder entender esto, quizá la única culpable aquí sea la ignorancia, tan común entre nuestras filas patrióticas.

¿Por qué el gobierno de facto decidió entrar en una absurda guerra desde todo punto de vista con el Reino Unido y la OTAN? Porque en el país se vivían tiempos de crisis social muy fuerte. El gobierno de Galtieri se caía a pedazos y las revueltas en las calles ya no podían ser atribuidas a grupos de extrema izquierda. No, la mayoría de la gente ya no le temía a una dictadura trasnochada que veía como su gran mentira de proceso de reorganización era vencida por el hartazgo de las mayorías. Y así fue, como revisando la historia consiguieron desviar la atención y el descontento popular hacia un enemigo extranjero e invisible el cual no nos dejaba ser libres. El efecto fue inmediato, días después de una gran revuelta en la plaza de mayo el gobierno de facto argentino invade las islas y el pueblo hace su transferencia. Ahora hay que odiar a los ingleses. Meses más tarde y con el rabo entre las patas comienza la retirada de los militares del archipiélago y del gobierno. Pero el efecto todavía dura, la invasión a las Malvinas es recordado como una gesta heroica y justa y el odio a los ingleses es merecido. Si nos quedamos solo con eso, con el dolor y la ofensa vamos a seguir gritando como locos detenidos en el tiempo ‘¡El que no salta es un inglé…!’. Yo, cada vez que escucho eso pienso en Galtieri, incrédulo de cómo aún hoy sus mentiras siguen siendo tomadas por la gente como verdades inamovibles.

Solo puedo decir que moviéndonos y buscando en el pasado los hechos que nos permitan pensar distinto el presente y nuestra sociedad podremos superarnos. De lo contrario estamos destinados ser piezas de museo que aún hoy discuten como novedad las impericias del pasado.

Manuel Bláuab
Buenos Aires 21/06/2011