Previously on blauab...
Había comenzado a escribir listas donde clasificaba todo lo que veía, hasta que un señor mayor en harapos usurpó mi lugar de elite. Sus listas eran increíbles, todo lo que yo jamás iba a poder ser. Hábilmente le robé sus rollos con listas y escapé hacia mi departamento triángulo en el edificio Adler. Creyéndome a salvo en mi refugio ya no podía destruir aquellos papiros, la duda me invadió. Llaman a mi puerta ¿Quién podrá ser?
Las listas de blauab 2º parte.
La sordina resuena otra vez en mi hábitat triangular. Ahora comienzan los golpes, uno tras otro y más y más y más. Quiero que se calle.
-¿Quién es? – pregunto.
Pero es en vano, la puerta sigue sonando y mi corazón palpita al doble de tiempo. Ya mis manos no pueden mantenerse firmes. Descubierta mi presencia en el departamento me acerco hasta la puerta y observo a través de la mirilla. ¡Ta madre! no hay luz en pasillo.
-¿Quién es? Vuelvo a preguntar.
Y la única respuesta es otro golpeteo. Ya no se qué hacer, prendo las luces y comienzo a caminar en triángulos por el lugar intentando pensar claramente. Noto como mis pasos ahora se acoplan al ritmo propuesto por los golpes en la puerta. Mi mente se estanca , pienso en algún rap pero no se me ocurre ninguno. Tomo una decisión final, mi falta de inteligencia y enorme curiosidad me ordenan que abra la puerta y me enfrente cara a cara con mi destino.
Camino por el cateto mayor hacia la puerta, llegando hacia la intersección con la hipotenusa mi cuerpo se estanca frente al umbral y comienzo a pensar en las posibilidades sobre la identidad de aquel que se encuentra del otro lado.
Mis manos ya no tiemblan, empieza el trayecto final hacia el picaporte, lo tomo y jalo hacia mí. La puerta está cerrada con llave, las busco entre mis bolsillos, las saco y libero las cerraduras. Ahora si, abro la puerta con confianza y veo claramente lo que hay del otro lado: Oscuridad total, nada, ni un rastro de lo que pudo haber estado molestando mi consciencia durante los últimos minutos. Prendo la luz y el pasillo se ve tan solitario como siempre. No se escucha nada. Cierro la puerta y trabo las cerraduras.
Me doy vuelta y ¡Ahí está, es él! El maldito anciano dueño de mi humillación. ¿Qué dirá? ¿Cómo llegó hasta aquí? ¿Por qué el cielo es azul? No sé, no sé.
Antes de abrir la puerta, prefiero ponerme a mover el cuerpo al ritmo del golpeteo.
ResponderEliminarDespués si.
Agarro una ojota y salgo a ver quien es.
Si llega a ser mi conciencia la que toca a mi puerta, le doy con la ojota por el lomo. Llana y lisamente.